Nos remontamos al pasado, a finales de la Segunda Guerra Mundial, pero pasa algo extraño, los acontecimientos no son como los describen los libros de historia, las cosas son diferentes, los hechos han cambiado. Sí, porque Estados Unidos de Japón es una historia alternativa; una ucronía. No ocurre que 1945, Japón acepte su rendición incondicional, al contrario, la guerra se extiende hasta 1948 y los Japoneses invaden territorio norteamericano. Utilizando una mortífera arma secreta, logran reducir al pueblo de Estados Unidos, quienes deben rendirse. A partir de ese punto, se escribe una historia alternativa a la que conocemos. Ya no hay más Estados Unidos de America, ahora es Estados Unidos de Japón.
La historia inicia exactamente en el punto en que Japón domina al pueblo norteamericano. El narrador se centra en un aislado campo de torturas estadounidense. Donde japoneses nacidos en Estados Unidos de America y emigrantes, eran torturados sin piedad. Es el año 1948, y estos prisioneros sin esperanza, se enteran de un día para otro, que son libres, que el emperador japonés, les ha dado la libertad, pero que también deben respetarlo y alabarlo, ya que se trata de una divinidad. Cualquier palabra en su contra se pagará con la muerte.
"Todo el mundo es culpable; solo es cuestión de averiguar de qué". Pág. 112.
Luego de ese primer vistazo al inicio del régimen del emperador, saltamos cuarenta años en el futuro, en donde el hijo de una pareja de aquellos prisioneros de guerra, se desenvuelve en un Estados Unidos de Japón con cuatro décadas de existencia. Beniko Ishimura, es un hombre de treinta y nueve años. Es el capitán de la oficina de Censura de juegos de portical de Estados Unidos de Japón. Los juegos de portical (análogos a los videojuegos de nuestra línea temporal), han sido masificados, con el fin de preparar a los civiles para acciones bélicas, pero al mismo tiempo para espiarlos. El opresivo régimen japonés siempre está buscando traidores, y no dudan en torturar y asesinar a todo aquel que presente el más leve desacuerdo con los deseos del emperador. Es tanta la presión a la que son sometidos los ciudadanos, que incluso los hijos denuncian a sus padres por traición. Lo avances tecnológicos enfocados a descubrir traidores están tan avanzados, que no solo los juegos están destinados a ello, sino también tecnologías que extraen pensamientos luego de la muerte e incluso trabajan en dispositivos para detectar pensamientos desleales.
"¿Sabe cómo se castiga la traición por pensamiento? Cincuenta años en un campo de trabajo". Pág. 92.
Los encargados de investigar y ajusticiar los actos de traición, son las policías. Existe la Kempeitai, la policía militar del Ejercito Imperial Japonés, encargada de asuntos externos y extranjeros. Mientras que para los asuntos internos está la Tokubetsu Koto Keisatsu (Tokko), policía secreta japonesa. Toda esta red de espionaje está encargada de evitar el levantamiento y resurgimiento de un grupo de disidentes norteamericanos que se denominan los
George Washingtons.
Beniko Ishimura, no es un empleado ideal, siempre está al límite de la deslealtad, salvo por una honorable acción de su pasado, sobre él siempre recaen acusaciones de una ética laboral relajada. Razón por la cual es investigado por una agente especial de la Tokko: Akiko Tsukino.
Beniko, disfraza constantemente su aversión por el duro régimen totalitario del imperio, es consciente de la inhumana sociedad en que vive, pero debe tener todo eso en secreto para mantenerse con vida. En cambio Akiko, es una fanática del emperador, y está entrenada y dispuesta a cumplir con las ordenes que se le dan, sin importar a quién tenga que matar. Al principio, hay un fuerte choque ideológico entre ellos, que luego pasa a un segundo plano cuando se ven en la necesidad de colaborar juntos para desbaratar la distribución ilegal de un juego de portical llamado
Estados Unidos de America, en donde se cuenta, cómo sería el mundo si los norteamericanos hubieran ganado la guerra.
Sin querer, juntos deberán descubrir quién está distribuyendo el juego. Lo que los llevará no solo a enfrentarse a los Geroge Washintongs, sino también al mismo y opresivo Imperio Japonés.
"Como siga por ese camino, lo ejecutaré personalmente cuando salgamos de aquí". Pág. 157.
Si bien, en esta historia, el autor homenajea directamente a Philip K. Dick, por inspirarlo. Lo que hace inevitable no pensar inmediatamente en El hombre en el castillo. Al leer el libro, se me vino a la mente otra historia, que me parece, lo representa mejor: 1984.
Utiliza la idea ucrónica de E
l hombre en el castillo para crear esta historia alternativa en el pasado. Pero el desarrollo de esta línea paralela en el tiempo, es de un carisma totalitarista. El imperio japonés que invade Norteamérica, representa aquella sociedad descrita por Orwell en su libro 1984. En donde debe presentarse una obediencia ciega a un ser que se caracteriza por su ausencia física, pero que vive como una idea impuesta en la sociedad. En este caso, el que actúa como gran hermano, es precisamente el emperador japonés, quién no contento con ser la cabeza del imperio, pretende ser una divinidad.
"En el imperio todos somos hijos del emperador, y mientras seamos leales, se nos trata con honor y respeto". Pág. 230.
La sociedad vive siendo oprimida. No confían en las personas y buscan una obediencia ciega sin cuestionamiento, privilegiando a las personas que no piensan por sí mismas y se dejen llevar por la masa. El pensamiento crítico lleva al cuestionamiento del emperador, lo que sencillamente se arregla con torturas despiadadas y muerte. Si bien, en esta historia no contamos con una habitación 101 donde te exploten tanto física como psicológicamente, a través de tus miedos más profundos. El autor se inclina por algo mucho menos sutil, opta por el dolor físico extremo, por una crueldad y crudeza que asombra. De hecho, es uno de los puntos fuertes del libro. Esa violencia innecesaria y frialdad extrema a la hora de cercenar un cuerpo humano sin ningún remordiendo, es lo que reemplaza los giros argumentales tan carentes en este libro. A falta de una trama que sorprenda, es la violencia la que lo hace por ella. No me parece que sea lo mejor, pero funciona. Incluso, no parece una violencia puesta a propósito, está bien encajada en la trama, parecen actos completamente naturales en dicha sociedad.
"El emperador es nuestro Dios. Un fervor que no llegue a la locura es traición". Pág. 253.
El deseo del autor de desarrollar los temas de la opresión, la libertad, la empatía y la religión, genera la construcción de esta sociedad japonesa orwelliana que, al fin y al cabo, le da la estructura a la historia. A partir de ella, se desprenden los protagonistas y la trama. Beniko es un personaje cuyo desarrollo requiere no solo del tiempo presente, sino desde los días en que está a punto de nacer. Es el personaje más complejo, y para lograr su evolución, el autor utiliza flashbacks, que también están relacionados con la trama principal. A medida que Beniko avanza, también lo hace la trama, están íntimamente ligados. Por otro lado, Akiko evoluciona desde el tiempo presente en adelante, no precisa viajes al pasado. Su papel es muy distinto al de Beniko, ella es el personaje que a partir de las situaciones que enfrenta debe ir rompiendo su ciega lealtad al emperador, es un proceso duro, y el autor lo logra de muy buena manera.
"El arrepentimiento es como un parásito mental que modifica la conducta". Pág. 313.
La combinación de estos dos personajes, uno que adora al imperio y otro que lo odia, pero debe mantenerlo oculto, se hace muy interesante, debido a los contrastes en sus ideas, que permiten desarrollar los temas que el autor quiere tratar, sus evoluciones encajan muy bien en el argumento.
El problema es que la trama no logró la misma evolución. Los personajes crecen a medida que la historia avanza, pero la trama se pierde y se difumina. Eso fue haciendo que la tensión narrativa se perdiera. El objetivo de los personajes no parece impulsarlos lo suficiente, más que una búsqueda, parece que los personajes se desplazaran por el simple capricho del autor, los mueve a través de diversos lugares y los pone en situaciones que no parecen espontáneas, sino forzadas. El ejemplo más claro se da entre las páginas 273 y 304, donde el autor se desvía dando un rodeo apenas justificable.
Se centró mucho en los personajes, en sus evoluciones personales, y olvidó la trama, tanto así, que no vi ni un solo giro argumental interesante y, lo único que le daba momentos de tensión a la historia, eran las escenas de violencia. Al final, cuando los personajes alcanzan su objetivo, parece como si no importara. Ese efecto es muy negativo.
A pesar de que la pérdida de la tensión afecta el avance en el libro, no se nota tanto, porque el estilo del autor es muy ligero, utiliza mucho el diálogo y expone sus ideas en pocas líneas, utilizando muchas veces, excelente frases para coronar una escena o diálogo. Pero, al mismo tiempo, los finales de capítulos no eran sorpresivos, ni tampoco los inicios eran ágiles. Muchas veces inicia con descripciones lentas del entorno, lo que hacía desaparecer cualquier rastro de tensión.
La inclusión de los robots gigantes o mechas, no encaja en el argumento, si se reemplazarán por cualquier tipo de nave, el efecto sería el mismo, son meros adornos que se utilizan para llamar la atención, para sorprender. Sus escenas son pocas y no son importantes. Son utilizados como simples armas y transportes, función que cualquier nave podría realizar. Para que su inclusión sea justificada, deberían ser importantes en la trama, tener un papel que los haga necesarios por su fisonomía humanoide y no solo por las características que comparten con cualquier nave de guerra.
Como ven, el libro tiene sus partes positivas como negativas, aunque las negativas tienen mayor peso. No es un libro excelente pero tampoco es horrible. Cumple con la función de entretener a la vez que desarrolla temas interesantes. El problema está en la narración y la perdida de tensión. Aspectos fundamentales que, en vez de hacerlo brillar, lo opacan. Finalmente, lo reducen a un libro sin sorpresas y sin nada nuevo que mostrar. Porque la sociedad orwelliana ya es un clásico, y los videojuegos de guerra hace rato que Scott Card los hizo famosos en el juego de Ender. Mi consejo es que lo lean sin altas expectativas.
Muchas gracias a ediciones B Chile por el envío del ejemplar
Ricardo Carrión
Administrador del blog.